Las marcas “premium” parecían buenas —bonitos envases, grandes promesas—, pero los gatos son carnívoros. No están hechos para digerir maíz o trigo, y hasta las etiquetas más atractivas estaban llenas de rellenos.

Probé de todo: marcas caras, comidas congeladas, fórmulas “naturales”. Todas tenían el mismo problema: demasiado complicadas, poco prácticas, y lo peor… Maya no mejoraba.

Así que decidimos hacerlo nosotros mismos. Tarros de cristal con solo lo que un gato realmente necesita: proteína pura, cero rellenos, ingredientes reales y reconocibles. Lo que ves es lo que hay.